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lunes, 15 de octubre de 2018

TEMA: Maldiciones Generacionales a la luz de la Biblia


TEMA: Maldiciones Generacionales a la luz de la Biblia
Antes de nada quiero que recordemos las palabras del Apóstol Pablo que dice: "que se levantarán lobos rapaces (Hechos 20. 29-31)". Tambien el Apóstol Juan nos hace un llamado de atención diciendo "que estos falsos maestros salieron de la misma iglesia (1 Juan 2.19)", de la misma manera el Apóstol Pedro nos hace una advertencia para que "tengamos cuidado con los falsos maestros que se han introducido en la iglesia (2 Pedro 2.1-3)".
Es muy importante que como creyentes siempre vayamos a la palabra de Dios ya que solo a través de ella podemos encontrar la verdad sobre cualquier afirmación que la gente diga en cuanto a la Biblia, como por ejemplo, las maldiciones generacionales.
Hoy en día existen muchas afirmaciones que los cristianos aseveran que son bíblicas. La manera correcta de saber si una aseveración está basada o no en la Biblia es llevar lo que dicen o el pasaje que citan bajo la luz de la Palabra y en la manera que sea posible aplicar las reglas de la Hermenéutica, y los principios exegéticos.
Muchos de nosotros hemos aprendido o nos hemos formado de acuerdo a lo que nuestros pastores nos han enseñado. Otros se han formado de lo que leen u oyen por ahí, ya sean navegando en el internet o al escuchar a mensajeros no bíblicos, y hemos creído que todo lo que nos han dicho es lo correcto, convirtiéndolo en un paradigma. Pero cuando vamos a la fuente, es decir la Biblia, nos daremos cuenta que dichas enseñanzas no siempre están basadas en la Palabra.
Siempre recomiendo a mis estudiantes del Seminario Bíblico y miembros de la iglesia que no crean nada de lo que les digo, más por el contrario les insto a escudriñar en las escrituras y comparar si lo que les digo es una verdad bíblica, tal como lo hacían los hermanos de Berea en la iglesia primitiva (Hechos 17.11).
La mayoría de las personas que enseñan acerca de las maldiciones generacionales se basan en el pasaje del libro de Éxodo 20:5, y en otros más. Revisando el contexto de este pasaje, encontramos los 10 mandamientos, teniendo esto en cuenta vamos a analizar el texto en mención: «No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen.»
PRIMERAMENTE VEAMOS EL SIGNIFICADO DE MALDAD Y DE MALDICIÓN
Según el diccionario Strong, «Viene del hebreo עוון עון, ‛âvôn ‛âvôn aw-vone’, aw-vone’ (2 R 7.9; Sal 51.5 [7]); de H5753; perversidad, i.e. mal (moral):- castigar, castigo (de iniquidad), falta, iniquidad, mal, maldad, malo, delito, pecado. Y del griego κακία, ας, ἡ. Iniquidad, maldad, malicia, sentimientos detestables, desprecio, dificultad, aflicción. Problemas.»
Según el diccionario Vila y Ecuains, «La maldad es un estado mental de desprecio hacia la justicia, rectitud, verdad, honor y virtud. Son muchos los términos que se traducen como maldad, puesto que, al igual que en castellano, hay distintos términos en hebreo.»
«Otras de las palabras hebreas para maldad son (heb., ra’; gr., poneros, kakos). Término que designa lo que no está en armonía con el orden divino. Faulos (φαύλός) denota, primeramente, de poca importancia, trivial, llevado por todos los vientos; luego, bajo, común, malo, en el sentido de no valer nada, despreciable, perteneciente un orden inferior de cosas; en Juan 5:29, a aquellos que han practicado lo malo (faula) se los contrasta con los que han hecho lo bueno (Agatha); el mismo contraste aparece en Rom. 9:11 y 2 Co 5:10, donde, en los mss. Más comúnmente aceptados aparecen faulos en lugar de kakos; el que practica lo malo aborrece la luz (Juan 3:20); los celos y las contiendas van acompañadas de perturbación y toda obra perversa. Sant. 3:16. Ibid.»
AHORA ANALICEMOS LA PALABRA MALDICIÓN
«El vocabulario de la maldición es rico en hebreo; expresa las reacciones violentas de temperamentos pasionales; se’ maldice en la ira (z’m), humillando (‘rr), despreciando (qll), execrado (qbb), jurando (‘Ih). La Biblia griega se inspira sobre todo en la raíz ara, que designa la oración, el voto, la imprecación, y evoca más bien el recurso a una fuerza superior contra lo que se maldice. La maldición pone en juego fuerzas profundas y que rebasan al hombre; a través del poder de la palabra pronunciada que parece desplegar automáticamente sus efectos funestos, la maldición evoca el temible poder del mal y del pecado, la inexorable lógica que conduce del mal a la desventura; así la maldición, en su forma plena, comporta dos términos estrechamente ligados, la causa o la condición que acarrea el efecto: “Porque has hecho eso (si haces eso)… te alcanzará tal infortunio.” Se puede maldecir a la ligera sin exponerse a desencadenar sobre la propia persona la maldición que uno invoca (cf. Sal 109,17). Para maldecir a alguien es preciso tener cierto derecho sobre su ser profundo, el de la autoridad legal o paterna, el de la miseria y de la injusta opresión (Sal 137,8s; cf. Job 31,20.38s; Sant 5,4), el de Dios»
El castigo pronunciado por Dios como consecuencia del pecado de Adán y Eva. El hombre no fue objeto de la maldición, sino que ésta cayó sobre la serpiente y sobre la tierra. El hombre debería comer con dolor del fruto de la tierra todos los días de su vida, y en dolor debería la mujer dar a luz sus hijos (Génesis. 3:17).
Después del diluvio, el Señor olió el grato olor del sacrificio de Noé, y dijo en su corazón: «No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud» (Génesis. 8:21). Había comenzado una nueva dispensación del cielo y de la tierra, y Dios no iba a maldecirla ya más, sino que iba a actuar respecto a ella en base al grato olor de la ofrenda de Noé. El hombre recibió aliento.
«Toda la creación está sometida a vanidad, y gime y está con dolores de parto» (Romanos 8:20-22). «Pero hay la certidumbre de una liberación ya conseguida. Las espinas y cardos eran las pruebas de la maldición» (Isaías 32:13); «pero viene el tiempo en que «en lugar de zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán» (Isaías 55:13). «Tanto los débiles como los fuertes del reino animal morarán también en feliz armonía en el milenio» (Isaías). «En un sentido más sublime, Cristo ha redimido a los creyentes procedentes del judaísmo de la maldición de la Ley, habiendo sido hecho maldición por ellos, porque maldito es todo el que es colgado de un madero» (Gálatas. 3:13).
En la Biblia también podemos encontrar que la persona misma es quien sufre las consecuencias del pecado y esto es debido al juicio que Dios ha promulgado, a esto se lo llama maldición (Números 5.21-27; Jeremías 29.18).
LA GRAN PREGUNTA AHORA ES ¿EXISTEN O NO DICHAS MALDICIONES?
Una vez que vemos la diferencia entre maldad y maldición podemos darnos cuenta de que muchos han confundido el texto de Éxodo 20.4 creyendo que se está refiriendo a una maldición. Recordando el contexto vemos que Dios es un Dios celoso (Éxodo 20.3) este verso está refiriéndose a los idólatras que no quieren obedecer. De estos Dios se despreocupa y los dejará vivir como quieran, en otras palabras los desprecia por causa de su pecado.
Ahora en cuanto a las maldiciones vemos que se refiere a las consecuencias del pecado. El Señor nos dice en Ezequiel que cada uno debe dar cuentas por sus pecado (Ezequiel 18:1-20). Por esta razón sabemos que los judíos creían en dichas maldiciones o mejor decir, como la Biblia dice que solo era un refrán, que se usaba en e Israel en Ezequiel 18.1 «Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 2 ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? 3 Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel…» Los judíos equivocadamente comenzaron a enseñar este refrán. La Biblia no nos dice quién fue el que lo comenzó a decir o cómo nació este refrán, simplemente lo repetían. Tanto que llegó a convertirse en una doctrina, y es exactamente lo mismo que sucede hoy en día con muchas de las enseñanzas que se han introducido en la iglesia.
También vemos en Ezequiel 18.19, «Y si dijereis ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos, de cierto vivirá. 20 El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la iniquidad del impío será sobre él.»
En estos textos podemos ver que no es como muchas iglesias han creído en cuanto a dichas maldiciones, ya que la Palabra de Dios nos dice todo lo contrario. Los hijos no pueden llevar las maldiciones de sus antepasados o sus padres. Si nuestros antepasados o nuestros padres fueron unos alcohólicos o drogadictos no quiere decir que también los hijos vayan a serlo. Muchas de las cosas que la gente practica se deben a conductas aprendidas debido al entorno en el que se criaron o convivieron. Es muy importante también entender y no confundirse con las consecuencias del pecado, que es un tema.
Veamos también en Jeremías 31: 29-34. En este punto Jeremías recalca lo dicho por Ezequiel y hace referencia a que los padres comieron la uvas agrias y que los dientes de los hijos tienen la dentera, y que cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias tendrán la dentera.
En Jeremías 31: 34 dice que Dios perdona la maldad de los hombres y no se acordará más de su pecado. Vemos en el resto de la Biblia, como en Miqueas por ejemplo, que Dios no retiene su enojo para siempre. (Miqueas 7.18) «¿Dios de la misma manera que nos pide a nosotros, perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente y de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia». Y esto es una realidad en nuestras vidas cuando llegamos a Cristo, la Biblia dice en 2 Corintios 5:17 que «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Cristo nos ha redimido del pecado y nos ha limpiado con su Preciosa Sangre haciendo de nosotros nuevas criaturas en todas las áreas de nuestra vida. Así que desde el momento que creemos en Cristo somos diferentes y sin pecado ni maldad. Colosenses 2:14, «Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz».
Muy a mi pesar no entiendo como puede ser posible que los que creen y practican esta enseñanza, se basen más en las «experiencias» que han tenido que en la misma Palabra de Dios; y es más que seguro que la gran mayoría ni siquiera han verificado si lo que han experimentado es de Dios o no lo es, es decir, no han ido a la fuente para corroborar su experiencia. Por lo visto se olvidaron de la lección que nos dan los hermanos de Berea (Hechos 17.11).
El Señor nos ha mandado a enseñar su Palabra no adulterada, no las experiencias humanas. En las Escrituras no encontramos a Jesús ni a sus discípulos practican tales cosas, e incluso Jesús rompe este paradigma con sus discípulos en Juan 9.1-4, ellos pensaban que el ciego de nacimiento estaba maldecido por los pecados de sus padres, en pocas palabras era una maldición generacional, pero Jesús les dice que no es así como ellos creen: no es que pecó ni él ni sus padres, sino que era para que las obras de Dios se manifiesten en él. Cristo es claro en cuanto a lo que sus discípulos creían sobre las maldiciones generacionales, pero Jesús lo explica claramente a todos ellos y no lo vemos preguntando a la gente por su pasado. Él solo decía «sé sano» o «tu fe te ha salvado», y cuando tenía en frente a los endemoniados, le decía al demonio «sal fuera».
Al escribir este articulo no deseo generar polémica, mi propósito es que cada uno de nosotros abramos nuestros ojos a la verdad de Cristo. Solo Él tiene palabras de vida eterna, dejemos de creer en cosas que Dios no respalda con su Palabra, y que se basan en experiencias humanas. No tratemos de agradar al hombre sino a Dios, la motivación y el desafío es a escudriñar la Biblia, probando si los espíritus son de Dios o no lo son. No digamos a todo «amén», seamos sabios y dejémonos guiar por el Espíritu Santo para que sea Él quien nos muestre el camino correcto, a través de la bendita Palabra de Dios.
Que Dios les de mucha sabiduría para poder discernir su palabra.

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